lunes, 17 de enero de 2011

Entrenando para Sevilla

¡Vaya semana de carga me he pegado!


Tras la carrera del Paris "a toa leche" no me he permitido ni un día de parón. El lunes el día que menos he hecho, ocho kilómetros para soltar las piernas y a partir de ahí todo del tirón hasta sumar ciento catorce kilómetros.

Uff, que cansancio, pero que satisfacción porque parece que las piernas van asimilando y aunque con algunos dolorcillos estoy cogiendo forma física para terminar el maratón de Sevilla en condiciones.

Lo pero encadenar de martes a jueves: 27 + 16 + 21 a partir de ahí ya fue recuperar.

Creo que esta ha sido la semana tope, a partir de ahora haré alguna salida larga, cuanto más mejor, que aún no he tocado los treinta kilómetros, e intentaré encadenar una de 30 con una de 20 pero luego haré algún día de descanso, que no todo va a ser penar.

Lo que estoy notando con el cansancio es que se me agria un poco el humor. Eso es uno de los síntomas de fatiga y quiere decir que estoy pasando. Mejor poner solución antes de que vaya a más. Por suerte tengo el viaje de esquí, al que aunque me llevaré las zapas y seguro que saldré a trotar un par de días, será más que nada por cubrir el expediente. Eso si, me llevaré las Asics Trail Sensor y haré que esos días sean de los que valgan la pena.

La primera del 2011

Para empezar bien en cuanto a lo atlético, he conseguido derribar mi marca en diezmil. Me apunté a la carrera del club Paris para pasar la mañana con los paquetillos, que llevaba mucho tiempo sin verlos y son demasiado majos como para no echarles de menos.

El caso es que sin saber muy bien como correr, sin conocer el recorrido, sin haber preparado la carrera con series y con algún kilito de más de navidades, es decir, a la buena de Dios, salí corriendo como un galgo a lo que daba el cuerpo.


Tocó sufrir, porque las marcas no caen porque si. Los cuatro primeros kilómetros fueron fáciles. El recorrido es rápido, a dos vueltas, y la primera parte en ligera bajada. Permite correr a tope y guardar unos segundos que luego van a hacer falta porque el retorno a la salida pica un poquillo. En la segunda vuelta las fuerzas empezaron a escasear, a partir del seis un poco de flato me hizo bajar el ritmo, igual que me pasó en Aranjuez, pero esta vez no me pilló de sorpresa y pude superarlo de forma que para el ocho ya conseguía pelear otra vez contra el cronometro. Así llegué a la última recta viendo el reloj todavia en 37:XX, así que con un acelerón de lo que daba el cuerpo pasé el hichable de la meta.

Total según mi reloj 37:55 y según el oficial 37:56. La carrera se me hizo un poco corta pero todo el mundo dice que está bien medida, así que doy la marca por buena y me la guardo con una sonrisa enorme.

Finde y prefinde

Pero que perro que soy, desde el año pasado sin escribir, y no será porque no tuviese nada que decir, así que iré por orden y poco a poco voy contando todo.

Lo último que escribí fue a finales de diciembre, y naturalmente celebré el fin de año, y al igual que el año pasado también celebré el pre-fin de año. Menuda fiestaza que se monta en las preuvas, me encanta.

En la imagen los fiesteros y el Reno Rodolfo, al que conocimos allí y jamás olvidaremos.

Lo de quedar en Lavapies, comerse una zapatilla en el Melos para dejar el estomago bien servido y luego unas botellas de sidra para caldear el ambiente antes de comerse las uvas con las campanadas no oficiales, rodeado de gente que sólo tiene ganas de fiesta y de pasarlo bien es único.


Al día siguiente, sin prisa, Pétalo y yo nos fuimos a pasar el auténtico fin de año a Granada, con la cena reservada en un italiano que dicen que es el mejor de la ciudad: “Lago di Como” se llama, y con ese nombre nos tenía que gustar el sitio, igual que le gustó a Pétalo el mismo lago cuando estuvimos en el norte de Italia.

El año empezó muy rebien, con paseos por el Albaicín, el Sacro Monte, deliciosos piononos y multitud de tapas. Hasta me encontré cinco euros, lo cual no podía estar mejor. De vez en cuando llovía pero los dos con una sonrisa.


Y por supuesto mis carreras matutinas para bajar tanto zampar, fueron una gozada. Me perdí por la parte del Sacromonte y un parque enorme que hay encima de la Alhambra, desde allí se veía Sierra Nevada, cargadísima de nieve y a los pies los palacios Árabes. Incluso por error acabé trotando en los jardines del Generalife ¿que culpa tendré yo de que se dejen las puertas abiertas y no pongan un miserable cartel de prohibido el paso? Afortunadamente los jardineros que me echaron se lo tomaron con buen humor andaluz y un poquillo de guasa.


Para compensar un viaje tan estupendo, el último día nos birlaron las maletas, pero afortunadamente aparecieron en Tarragona y las hemos podido recuperar. Sólo una anécdota que hace el viaje un poco más especial.