lunes, 17 de enero de 2011

Finde y prefinde

Pero que perro que soy, desde el año pasado sin escribir, y no será porque no tuviese nada que decir, así que iré por orden y poco a poco voy contando todo.

Lo último que escribí fue a finales de diciembre, y naturalmente celebré el fin de año, y al igual que el año pasado también celebré el pre-fin de año. Menuda fiestaza que se monta en las preuvas, me encanta.

En la imagen los fiesteros y el Reno Rodolfo, al que conocimos allí y jamás olvidaremos.

Lo de quedar en Lavapies, comerse una zapatilla en el Melos para dejar el estomago bien servido y luego unas botellas de sidra para caldear el ambiente antes de comerse las uvas con las campanadas no oficiales, rodeado de gente que sólo tiene ganas de fiesta y de pasarlo bien es único.


Al día siguiente, sin prisa, Pétalo y yo nos fuimos a pasar el auténtico fin de año a Granada, con la cena reservada en un italiano que dicen que es el mejor de la ciudad: “Lago di Como” se llama, y con ese nombre nos tenía que gustar el sitio, igual que le gustó a Pétalo el mismo lago cuando estuvimos en el norte de Italia.

El año empezó muy rebien, con paseos por el Albaicín, el Sacro Monte, deliciosos piononos y multitud de tapas. Hasta me encontré cinco euros, lo cual no podía estar mejor. De vez en cuando llovía pero los dos con una sonrisa.


Y por supuesto mis carreras matutinas para bajar tanto zampar, fueron una gozada. Me perdí por la parte del Sacromonte y un parque enorme que hay encima de la Alhambra, desde allí se veía Sierra Nevada, cargadísima de nieve y a los pies los palacios Árabes. Incluso por error acabé trotando en los jardines del Generalife ¿que culpa tendré yo de que se dejen las puertas abiertas y no pongan un miserable cartel de prohibido el paso? Afortunadamente los jardineros que me echaron se lo tomaron con buen humor andaluz y un poquillo de guasa.


Para compensar un viaje tan estupendo, el último día nos birlaron las maletas, pero afortunadamente aparecieron en Tarragona y las hemos podido recuperar. Sólo una anécdota que hace el viaje un poco más especial.

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